Rabindranath Tagore nació en 1861 en el seno de la conocida familia Tagore de Jorasanko, Calcuta, un hogar lleno de poesía, música y pensamiento progresista. Al crecer en ese ambiente, desarrolló una curiosidad que iba mucho más allá de los libros, lo que lo convirtió en un pensador y creador que influyó no solo en la India, sino en todo el mundo. En gran parte autodidacta, comenzó a escribir poesía cuando era niño y, en 1913, se convirtió en el primer no europeo en recibir el Premio Nobel de Literatura.
Una voz para la India y más allá
Lo que hizo notable a Tagore fue su don para convertir las experiencias locales en algo universal. Su colección Gitanjali contenía versos que mezclaban la espiritualidad con el humanismo, tocando la fibra sensible de todas las culturas. En su país, sus canciones y poemas formaron parte del camino de la India hacia la independencia. Dos de sus composiciones alcanzaron la rara distinción de convertirse en himnos nacionales: Jana Gana Mana, de la India, y Amar Shonar Bangla, de Bangladesh.
Más que un escritor
La creatividad de Tagore no se limitaba a la palabra escrita. Pintaba, componía música y promovía la reforma social. En 1921, fundó la Universidad Visva-Bharati en Santiniketan, que imaginó como un punto de encuentro entre las tradiciones indias y el conocimiento global. Se pronunció en contra de las costumbres rígidas, fomentó el desarrollo rural y buscó la armonía entre las personas y la naturaleza. Para él, la verdadera libertad significaba más que la independencia política: también se trataba de liberar la mente de la estrechez de miras.
Una influencia perdurable
Cuando Tagore falleció en 1941, dejó un legado de más de 2000 canciones, además de innumerables ensayos, relatos y pinturas. Su obra sigue viva en las aulas, en la música y en la memoria cultural de las naciones. Para muchos, se le recuerda no solo como poeta o filósofo, sino como alguien que logró tender puentes entre la tradición y la modernidad, Oriente y Occidente, y el individuo y la sociedad.