Para los bengalíes, el Durga Puja es más que una simple fiesta: es una emoción, un latido cultural que define el año. Es cuando la tradición, la comida, la moda y el espíritu comunitario se unen en una celebración inolvidable. Personas de todos los ámbitos de la vida, independientemente de su origen, se unen para vivir la magia.
Los pandales no son solo lugares de culto, sino obras maestras del arte y el diseño. Construidos meticulosamente por hábiles artesanos, cada pandal rebosa creatividad y muestra desde cuentos mitológicos del triunfo del bien sobre el mal hasta temas que invitan a la reflexión inspirados en la actualidad. Recorrer los pandales va mucho más allá del turismo: es un viaje cultural inmersivo.
Mientras te abres paso entre la bulliciosa multitud, la ciudad vibra con la energía contagiosa del festival. En el norte de Calcuta, callejuelas olvidadas revelan mansiones palaciegas de la época colonial e ídolos tradicionales de la diosa Durga con su familia. Por el camino, no solo se admira el arte y la arquitectura, sino que también se adentra en las historias de la antigua aristocracia, los terratenientes y los comerciantes de Bengala, lo que le permite conocer su cultura, su política y su sociedad.
El Durga Puja es más que una ocasión religiosa: es un fenómeno cultural que une a millones de personas. Las calles de Calcuta cobran vida con música, baile y coloridas procesiones, mientras los lugareños y los visitantes celebran la eterna victoria del bien sobre el mal.
Cuando se pone el sol y la ciudad brilla con luces centelleantes, Calcuta se transforma en un deslumbrante tapiz de cultura y gastronomía. El festival honra a la diosa Durga, pero también se desarrolla como una gran muestra cultural, con espectaculares pandales, rituales sagrados y una irresistible variedad de comida que captura la esencia de Bengala.
La comida es el corazón del Durga Puja, ya que sirve de puente entre la tradición y la comunidad. Desde el sagrado bhog ofrecido a la diosa hasta los puestos de comida callejera que llenan el aire con aromas apetitosos, cada bocado refleja el rico patrimonio culinario de la ciudad. Para los viajeros, se trata de un festín no solo de sabores, sino también de cultura, una deliciosa introducción al alma de la cocina bengalí.